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lunes, 17 de febrero de 2014

"Cultura es...

lo que queda cuando se olvida todo lo que se aprendió" Selma Legerloft

Y se aprende a hablar, se aprende a escuchar, a bailar, a leer, a observar… y es justo cuando se olvida todo esto cuando uno mismo conforma lo que es y quiere ser, y decide cómo hablar, qué escuchar, que bailar, que leer y que observar, y justo eso es cultura. Cultura como parte de aquello que nos permite relacionarnos con otros y que conforma la identidad de cada uno.

Estamos acostumbrados a oír hablar de Cultura, con C mayúscula, porque todo lo que la sociedad no engloba dentro de este término ya no es cultura y pasa a ser, para muchos, basura. Pero nos equivocamos, porque cultura no solo es música clásica, ni únicamente poesía, ni vale exclusivamente el arte antiguo; como si cada obra de arte, música, danza, lengua que ha nacido hace poco tiempo dejase de serlo solo por su poca antigüedad. La cultura es de cada uno y la va formando cada uno, no es inamovible y, porque la diversidad es la característica fundamental de este planeta, debería ser también ese el rasgo distintivo de la cultura que nos define e identifica. Y, para mí, en el momento en el que utilizamos todos estos elementos en la interacción con otros, entonces es cuando pasa a ser cultura. Solo cuando algo se utiliza para mostrar, expresar, enseñar, emocionar… entonces es cuando se convierte en cultura, da igual que sea un libro, una película, una canción o un dibujo. Porque por mucha belleza que veas en tu música, por ejemplo, si cuando la escucha otro no es capaz de erizarle la piel y despertar sentimientos de poco ha servido tanto esfuerzo y sacrificio. Y hablo de otro, en singular, porque para que algo sea cultura no hace falta que sea el fenómeno que mueve masas. Hablo de cultura constructiva, como algo que vamos creando, formas de ser y de pensar proyectadas hacia el futuro.

El otro día reflexionamos y compartimos lo que para mí es cultura con los demás compañeros de clase, el día anterior se nos propuso ¿qué es cultura? Y desde ahí debíamos reflexionar y escoger algo que lo simbolizase, representase o, simplemente, lo definiese. Inmediatamente pensé en lo que para mí son obras de arte que se esconden en mi casa, en la habitación de al lado. Son los dibujos de mi hermana, pero sin querer a mi mente solo vino uno, uno que representaba perfectamente lo que yo defino como cultura. Unas manos extendidas, con infinidad de colores y dibujos diferentes y en el centro un ojo envuelto en un corazón, y a mi esas manos me transmiten nuestro mundo lleno de ideas, pensamientos, saberes y gustos diferentes que se van interrelacionando unos con otros y en el centro de esas relaciones el ojo, envuelto de ese corazón que simboliza, para mí, la cultura como la mezcla y el centro de todas esas relaciones que, ante todo, tienen el sentimiento de cada una de las personas que formamos el mundo.


Así que, ya que para mi cultura son todos aquellos dibujos con los que mi hermana me ayuda a comprender, entender y querer un poquito más el mundo acabo con esta reflexión, que me recuerda lo importantes que son los artistas en la vida y todo lo que consiguen cuando de verdad tienen talento y se esfuerzan por mostrarlo a los demás y, así, emocionar:

“Hacen falta artistas, porque hace falta aquello que no hace falta: hace falta lo inútil, lo lateral, lo absurdo. O todo lo contrario. O nada. O.
Los artistas, el arte, el mundo, su dolor. Porque al mundo le duele el mundo y, a las personas, las personas. Y cuando a la persona le duele el mundo lo llaman inspiración, o tontería. “Tiene mucha tontería”, dicen; “le duele el mundo”, dicen. Y la palabra artística se convierte en terapia, porque “si el arte no cura, no es arte”, decía Jodorowsky, con todas sus arrugas y con todo su arte.
Hacen falta artistas, porque sólo a ellos les duele el mundo de manera cosmológica e infinitesimal; sin horarios, sin treguas, sin fines de semana. Les duele de manera narcisista y ególatra, y es el suyo un ego que convoca, y ese ego soy yo, y es toda la Humanidad. Soy todos, todos son yo.
Hacen falta artistas por su innecesariedad, por la innecesariedad de sus versos y de sus canciones, la polifonía cromática de su pintura, la mirada de su cinematografía; los espacios de su arquitectura, la coreografía de su tiempo, la melancolía, el estupor, el éxodo. La eterna frustración, la insomne búsqueda; la muerte y el dolor. El amor. Todo.
Hacen falta artistas, por ejemplo, sin embargo, además, sin duda. Hacen arte y falta, los artistas. Su loca luz, su corazón de otoño, la zozobra incesante de su quebrada voz. El arte y la ficción con que dialogan y sangran.
Hacen falta, y no saben hacer otra cosa que hacer falta”.

Daniel M. Alés.

Hasta la próxima...
Marta Mallén Olucha