lo que queda cuando se olvida todo lo que se aprendió" Selma Legerloft
Y se aprende a hablar, se aprende a escuchar, a bailar, a
leer, a observar… y es justo cuando se olvida todo esto cuando uno mismo
conforma lo que es y quiere ser, y decide cómo hablar, qué escuchar, que bailar, que leer y
que observar, y justo eso es cultura. Cultura como parte de aquello que nos permite
relacionarnos con otros y que conforma la identidad de cada uno.
Estamos acostumbrados a oír hablar de Cultura, con C
mayúscula, porque todo lo que la sociedad no engloba dentro de este término ya
no es cultura y pasa a ser, para muchos, basura. Pero nos equivocamos, porque
cultura no solo es música clásica, ni únicamente poesía, ni vale exclusivamente
el arte antiguo; como si cada obra de arte, música, danza, lengua que ha nacido
hace poco tiempo dejase de serlo solo por su poca antigüedad. La cultura es de
cada uno y la va formando cada uno, no es inamovible y, porque la diversidad es
la característica fundamental de este planeta, debería ser también ese el rasgo
distintivo de la cultura que nos define e identifica. Y, para mí, en el momento
en el que utilizamos todos estos elementos en la interacción con otros,
entonces es cuando pasa a ser cultura. Solo cuando algo se utiliza para
mostrar, expresar, enseñar, emocionar… entonces es cuando se convierte en
cultura, da igual que sea un libro, una película, una canción o un dibujo.
Porque por mucha belleza que veas en tu música, por ejemplo, si cuando la
escucha otro no es capaz de erizarle la piel y despertar sentimientos de poco
ha servido tanto esfuerzo y sacrificio. Y hablo de otro, en singular, porque
para que algo sea cultura no hace falta que sea el fenómeno que mueve masas.
Hablo de cultura constructiva, como algo que vamos creando, formas de ser y de
pensar proyectadas hacia el futuro.
El otro día reflexionamos y compartimos lo que para mí es
cultura con los demás compañeros de clase, el día anterior se nos propuso ¿qué
es cultura? Y desde ahí debíamos reflexionar y escoger algo que lo simbolizase,
representase o, simplemente, lo definiese. Inmediatamente pensé en lo que para mí
son obras de arte que se esconden en mi casa, en la habitación de al lado. Son
los dibujos de mi hermana, pero sin querer a mi mente solo vino uno, uno que
representaba perfectamente lo que yo defino como cultura. Unas manos
extendidas, con infinidad de colores y dibujos diferentes y en el centro un ojo
envuelto en un corazón, y a mi esas manos me transmiten nuestro mundo lleno de
ideas, pensamientos, saberes y gustos diferentes que se van interrelacionando unos
con otros y en el centro de esas relaciones el ojo, envuelto de ese corazón que
simboliza, para mí, la cultura como la mezcla y el centro de todas esas
relaciones que, ante todo, tienen el sentimiento de cada una de las personas
que formamos el mundo.
Así que, ya que para mi cultura son todos aquellos dibujos con los que mi hermana me ayuda a comprender, entender y querer un poquito más el mundo acabo con esta reflexión, que me recuerda lo importantes que son los artistas en la vida y todo lo que consiguen cuando de verdad tienen talento y se esfuerzan por mostrarlo a los demás y, así, emocionar:
“Hacen falta artistas, porque hace
falta aquello que no hace falta: hace falta lo inútil, lo lateral, lo absurdo.
O todo lo contrario. O nada. O.
Los
artistas, el arte, el mundo, su dolor. Porque al mundo le duele el mundo y, a
las personas, las personas. Y cuando a la persona le duele el mundo lo llaman inspiración, o tontería. “Tiene mucha
tontería”, dicen; “le duele el mundo”, dicen. Y la palabra artística se
convierte en terapia, porque “si el arte no cura, no es arte”, decía
Jodorowsky, con todas sus arrugas y con todo su arte.
Hacen
falta artistas, porque sólo a ellos les duele el mundo de manera cosmológica e
infinitesimal; sin horarios, sin treguas, sin fines de semana. Les duele de
manera narcisista y ególatra, y es el suyo un ego que convoca, y ese ego soy yo, y es
toda la Humanidad. Soy todos,
todos son yo.
Hacen
falta artistas por su innecesariedad, por la innecesariedad de sus versos y de
sus canciones, la polifonía cromática de su pintura, la mirada de su
cinematografía; los espacios de su arquitectura, la coreografía de su tiempo,
la melancolía, el estupor, el éxodo. La eterna frustración, la insomne
búsqueda; la muerte y el dolor. El amor. Todo.
Hacen
falta artistas, por ejemplo, sin embargo, además, sin duda. Hacen arte y falta,
los artistas. Su loca luz, su corazón de otoño, la zozobra incesante de su
quebrada voz. El arte y la ficción con que dialogan y sangran.
Hacen
falta, y no saben hacer otra cosa que hacer falta”.
Daniel M. Alés.
Hasta la próxima...
Marta Mallén Olucha
Hasta la próxima...
Marta Mallén Olucha
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